La problemática. La economía capitalista libre somete a las direcciones empresariales a al menos dos dilemas éticos complejos, el primero dice relación con que la eticidad de las decisiones empresariales depende exclusivamente del nivel de desarrollo moral de las direcciones lo que conlleva una gran disparidad de criterios sobre lo correcto o incorrecto, y en segundo lugar la fuerte competencia empuja y en ocasiones obliga a las empresas, por razones de subsistencia, a actuar en los margenes de la ética. Podríamos decir que las empresas cortoplacistas (sin ética) tienen ventajas de mercado en relación con las largoplacistas (con éticas). En otras palabras, las empresas que privilegian el cortoplacismo y tienen como límite solo la legislación (o incluso sobrepasándola, calculando los costos beneficios), al ser más rentables factualmente que aquellas que optan por la política contraria serán las que se impondrán en la ruda competencia. Este escenario de algún modo induce a muchas empresas a actuar, ya sea en el límite de la ética o francamente sobrepasándola debido a que de ello depende su propia subsistencia en el largo plazo amén, claro está de que los incentivos a los ejecutivos son también de corto plazo lo que implica otro problema organizacional.
Las consecuencias.
En Latinoamérica durante la última década ha habido un fuerte cuestionamientos al sistema de libre empresa, cuestionamiento del que Chile no ha estado ajeno. Si bien en el país la gente en general reconoce que el capitalismo ha sido capaz de generar riqueza, amplios sectores perciben los abusos y la corrupción como algo inaceptable llevándolos a cuestionar todo el sistema. A este punto hay que agregar la percepción de desigualdad que se ha instalado en la opinión pública.
Teniendo en cuanta lo anterior y considerando que no hay ni progreso económico ni democracia si no esxiste la empresa privada, hace necesario, si queremos lograr que las empresas actúen éticamente, unico medio para devolver la reputación del sistema de libertad económica, diseñar cursos de acción sistémicos más que una intervención empresa por empresa.
Caminos de solución.
Veo al menos tres cursos de acción que permitiría responder satisfactoriamente la pregunta planteada en el título de la presente reflexión.
1- Empoderamiento del ciudadano. El ciudadano tiene un poder ingente sobre las empresas que reside en su papel de consumidor. Si en ese ámbito de su vida (la de consumidor) actúa premiando a las empresas con ética y castigando a las que hacen lo contrario, las ventajas de mercado de estas últimas desaparecerían. Es así como se debería trabajar para un cambio cultural del ciudadano/consumidor que lo lleve a exigir que las empresas y a sus ejecutivos que actúen éticamente. Las posibles dificultades de este curso de acción son a nuestro juicio al menos dos. (1) Todo cambio cultural es lento y en ocasiones requiere de más de una generación para lograr los objetivos por lo que los resultados no se verían con la prontitud que podríamos desear y (2) los profesores y educadores, que son los principales agentes del cambio cultural, en general no son personas que conozcan las dinámicas económicas y sus complejidades, son más bien víctimas de las empresas con poca ética lo que los lleva más que a educar correctamente, a promover un cambio de sistema.
2- Acción gremial. Acordar un gran pacto social con metas y acciones concretas en que los gremios empresariales (principalmente la CPC) se comprometan a establecer un sistema robusto, eficiente y con capacidad resolutiva para regular la ética de todas las industrias. Con una institucionalidad gremial de este tipo las diferencias en las apreciaciones de lo correcto o incorrecto terminarían o al menos el rango de apreciaciones disminuiría significativamente, y las ventajas en los mercados de los cortoplacistas dejarían de existir ya que si actúan al margen de la ética tendrían la seguridad de ser denunciados a los consumidores y al resto de la industria. Esta acción debería incluir un significativo apoyo de parte de la Asociación para que las empresas adapten sus prácticas y su cultura institucional a la ética. Un trabajo en este ámbito también aumentaría el prestigio empresarial al mostrar al ciudadano que existe por parte del empresariado un real deseo de actuar correctamente. Creemos que una de las dificultades más importantes de este curso de acción consiste en que las dirigencias empresariales son elegidas no solo por las empresas largoplacistas éticas, también por las cortoplacistas por lo que para lograr un compromiso gremial vigoroso hay que trabajar bastante para alcanzar las mayorías necesarias en las diferentes instituciones gremiales.
3- Acción política. Robustecer significativamente la acción de estado en el control de las prácticas inconsistentes con la ética. Para esto también se requeriría un amplio acuerdo nacional en que estén involucrados la gran mayoría de los agentes políticos, única manera de lograr los cambios institucionales necesarios. Algunas de las dificultades que presenta este curso de acción serían (1) el desprestigio de la clase política frente a los ciudadanos, (2) las diferentes agendas políticas (principalmente la constitucional) y (3) una biografía contumaz de algunos políticos con algunos empresarios. Pero hay otro peligro importante que no se puede dejar de mencionar, esto puede llevar a un exceso de regulaciones que impida el buen funcionamiento y el necesario dinamismo de la empresa privada.
Si bien los tres cursos de acción presentan dificultades, creemos que con una buena estrategia es posible de avanzar en todos.
En resumen, en las actuales condiciones estructurales de la economía se hace muy difícil para una empresa actuar en solitario éticamente, esto es debido a que los criterios éticos de las direcciones empresariales suelen ser diferentes y a que las ventajas de mercado que obtienen las que actúan a su margen ponen en peligro la subsistencia de las que sí lo hacen. Así mismo esta dinámica está llevando al sistema de libre mercado a tal nivel de cuestionamiento social que está poniendo en peligro su propia existencia. Es por esto por lo que consideramos que urge emprender acciones decididas y eficaces ya que el fin de la libertad económica no solo traerá pobreza, también puede ser el fin de la democracia. Hay al menos tres cursos de acción que podrían evitar esa catástrofe, el empoderamiento ciudadano, la acción gremial y la acción política.
Parece prudente trabajar en los tres frentes con el fin de dar a las empresas una institucionalidad que les permita actuar correctamente.
Santiago, 10 de diciembre 2020